martes, 18 de febrero de 2014

TAMBIÉN EL CORAZÓN DE BORIS VIAN ERA UNA ROSA ENFERMA

Imagen: Rebecca Cairns



También el corazón de Boris Vian era una rosa enferma.
Venía cada noche a nuestras largas sobremesas, porque nos conocía muy bien
como el cuchillo de eviscerar conoce el intersticio de luz
en el vientre del pescado,
también Vian conocía la teología de los peces
y de los centauros y de las bicicletas, porque fue él
quien le dejó la moneda a Rimbaud cuando se le cayó su primer diente de leche.
Es cierto, Boris, quien conoce su corazón está enfermo
pero también el que arroja su tristeza en la boca del pescado,
como una moneda de hielo dentro de una valija de fuego,
o los que tienen el oscuro oficio de sacrificar a los caballos heridos.
Sí, Boris, tuvimos amigos y heridas y amigos heridos,
quizá ahora pueblen los jardines que crecen
en esos mismos corazones que se negaban a bombear la sangre de los que fuimos
sí también tuvimos padres
y un nombre que preferimos olvidar a cada instante.
Ahora que te conozco bien, ya no compartimos nada
y si nos encontramos algún día en el mercado o quizás en la parada de bus,
es casi un milagro, eso que compartimos ahora que estamos juntos
y que ya no necesitamos el uno del otro
porque después del segundo suicido o del tercero,
es mejor acostumbrarnos al oficio de sacrificar a los pobres caballos heridos,
a las rosas enfermas.

Santiago, Nilton, La oscuridad de los gatos era nuestra oscuridad. Prólogo y grabados de Juan Carlos Mestre. Madrid: Fundación Centro de Poesía José Hierro, 2012.

Imagen: Rebecca Cairns

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