David M. Bowers. The Secret (self portrait) |
QUINTA
ELEGÍA
No me enfadé con las manzanas
porque fueran manzanas, ni con las hojas porque fueran
hojas,
ni con la sombra porque fuera sombra, ni con los pájaros
porque
fueran pájaros.
Pero manzanas, hojas, sombras, pájaros
se enfadaron de pronto conmigo.
Heme conducido ante el tribunal de las hojas,
ante el tribunal de las sombras, de las manzanas, de los
pájaros,
tribunales redondos, tribunales aéreos,
tribunales tenues, refrescantes.
Heme condenado por el no saber,
por el tedio, por la tranquilidad,
por la inmovilidad.
Sentencias redactadas en el idioma de las pepitas.
Actas de acusación selladas
con vísceras de pájaro,
refrescantes penitencias grises decididas para mí.
Estoy de pie, con la cabeza descubierta,
trato de descifrar lo que se merece
mi ignorancia...
y no puedo, no puedo descifrar
nada,
y este estado de espíritu, él mismo
se enfada conmigo
y me condena, indescifrable,
a una perpetua espera,
a una concentración de los significados en sí mismos,
hasta que adopte la forma de las manzanas, de las hojas,
de las sombras,
de los pájaros.
Stanescu, Nichita, Once elegías, la última cena. Madrid:
Oriente y Mediterráneo, 2000.
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