“Yo soñé con la felicidad y tuve la sensación de que mi sueño eran tan sólido como el oro”
Jane Bowles
Esta mañana, día de Todos los Santos, bajo el cielo deslumbrante de Málaga, entre los naranjos y panteones decimonónicos del cementerio de San Miguel, he visitado la tumba de Jane Bowles-ese duendecillo burlón y algo salvaje- que autores como Truman Capote, Tennessee Williams o Alan Sillitoe consideraron una de las autoras estadounidenses más geniales y subestimadas.
Desde la juventud bohemia en el Greenwich neoyorkino hasta los años finales de deterioro y muerte, acaecida en Málaga el cuatro de mayo de 1973, transcurrió una vida marcada por la transgresión, la lucha valiente por encontrar un lugar en el mundo y en la literatura, el amor resbaladizo de los otros, la enfermedad y la final desintegración del yo.
Con 21 años contrajo matrimonio con Paul Bowles, junto al que recorrió el mundo y se esforzó por desarrollar su propia voz como escritora, siempre insegura bajo la sombra del éxito de su compañero. A los 24 publicó Dos damas muy serias, que prologó Capote, novela singular en la que relata el itinerario de dos mujeres en busca de su libertad y autenticidad, una doble aventura entre la soledad y la destrucción traspasada por un ácido y surrealista sentido del humor, y que nos recuerda bastante al paseo por el filo de la realidad que fue la vida de Jane.
Jorge Herralde quedó deslumbrado por la riqueza de sus páginas –"entre Paul y Jane, el verdadero genio era Jane", señala el editor– y cuando inauguró su colección de "Panorama de Narrativas" en 1981 lo hizo con la obra de esta bad girl.
En 1947 los Bowles recalaron en Tánger, ese puerto de la bohemia internacional que ya había fascinado antes al joven periodista Mark Twain o a la papisa de la vanguardia Gertrude Stein. En estos años, su abrigo libertario y exótico acogió junto a los Bowles a Tennessee Williams, Truman Capote, Gore Vidal, los beatniks Jack Kerouac, Gregory Corso, Allen Ginsberg o William Burroughs, y a toda una pléyade de artistas que en las tortuosas callejuelas de la medina y entre las nieblas del kif y los alucinógenos, reinventaron la literatura norteamericana posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Es en Tánger donde Jane vivió sus días más risueños y comenzó también un amargo declive. Sus oscuras calles conservan la huella de aquel cervatillo con tupé a lo Rimbaud que se hundió en los excesos del alcohol y las drogas. Aquí sufrió el dominio hechizador de su sirvienta y amante, la oscura Cherifa, que explotó su miedo y su soledad.
En Abril de 1957 Jane sufre un ataque que la deja parcialmente paralizada y le afecta el habla y la visión. Tras varios internamientos en Inglaterra y Estados Unidos, perdida en la psicosis, es recluida finalmente en un psiquiátrico de Málaga y después en la clínica del Reposo de Los Ángeles de donde nunca saldría ya por su propio pie.
Se esforzó hasta el final por mantenerse activa, escribiendo y leyendo a pesar de sus tremendas limitaciones. Abandonada por todos y sobre todo por ella misma, nunca pudo terminar su obra, que junto a la mencionada novela incluye el libro de relatos Placeres sencillos y la obra de teatro En el cenador, publicada recientemente por la editorial malagueña Alfama. El año 2010 Málaga recuperó su memoria con una exposición y un ciclo de conferencias, y su nombre está presente ya en una de sus avenidas, rodeada de calles que recuerdan a famosos músicos como Debussy o Borodin. Más vale tarde.
Cabeza de gardenia, como la llamaba su amigo Capote, descansaba hoy bajo el cielo protector de Málaga. Sobre su tumba soñaban otras flores recientes.
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