Robert William Buss. Dickens's dream (1875) |
La obra de Dickens ocupa un merecido lugar de honor en el llamado “siglo de la novela”, un género literario que el ascenso de la burguesía dominante contribuye a prestigiar y que se convierte en espejo de transformaciones sociales, retrato de clases y personajes y tribuna para la denuncia de las lacras de su tiempo.
Dickens fue
glorificado en vida como apasionado narrador e inagotable creador de personajes
inolvidables; y aunque la reacción crítica contra la novela victoriana condenó lo
que consideraba estilo descuidado y exceso de sentimentalismo demagógico, hoy
es uno de los clásicos indiscutibles de la literatura británica y universal. Oliver Twist, David Copperfield, Casa
desolada, Tiempos difíciles, La pequeña Dorrit, Grandes esperanzas, forman parte del legado en el que nos
transmitió un inigualable fresco de su época y dan muestra de su talento, humor
y creatividad a la hora de emocionar a sus lectores.
Menos conocida que sus novelas es su labor periodística, en la que demostró igualmente su agudeza como crítico político, cronista social y perspicaz viajero y en la que destacó como uno de los precursores del periodismo de investigación y denuncia. Comenzó a los diecisiete como reportero de tribunales y a partir de 1831 como cronista parlamentario. A sus primeras crónicas políticas en el True Sun y The Mirror of Parliament les siguió la publicación de Sketches by Boz, una recopilación de artículos aparecidos en el Evening Chronicle y el Bell's life in London en el periodo 1833-1836, ilustrados para la ocasión por los grabados del famoso caricaturista escocés George Cruikshank. Dickens demuestra ya aquí sus grandes dotes de observación y fina ironía al servicio de la descripción de la vida londinense.
Con la colaboración de los artistas Robert Seymour y Hablot Knight Browne ("Phiz"), verá la luz Papeles póstumos del club Pickwick, publicada por entregas entre abril de 1836 y noviembre de 1837 en The Morning Chronicle. La obra, traducida por Galdós –que admiraba a Dickens como maestro indiscutible– gozó de un enorme éxito, lo que ayudó a consolidar la fama del novelista y a la difusión del formato por entregas, toda una revolución para la industria editorial y contribución poderosa a la extensión de la lectura entre las distintas capas sociales. En efecto, muchas de las grandes novelas de Dickens fueron publicadas inicialmente por entregas semanales o mensuales en periódicos como el Household Words o el Master Humphrey's Clock.
Tras el fallido intento como editor del Daily News, el 30 de marzo de 1850 aparecerá el primer número del Household Words, donde además de su producción promovió nuevos talentos como el de su amigo Wilkie Collins. Tras un desacuerdo con los otros editores -en el que tuvo que ver su publicación de una nota exculpatoria respecto a la separación de su mujer- fundó el semanario All the Year Round, una exitosa empresa con una tirada media de 100.000 ejemplares y en el que gozaba de pleno control financiero y editorial.
Desde 1860 hasta su muerte en 1870, Dickens publicó aquí sus crónicas The Uncommercial Traveller, una cuidada selección de las cuales publicó la editorial Gadir en el 2010 con el título El viajero sin propósito.
Ilustración de ‘Phiz’ para Master Humphrey´s clock, 1840-41 |
Lo que se desprende de esta colección de artículos es ante todo una curiosidad insaciable que le lleva a interesarse por todo lo humano. Sus paseos insomnes en la noche londinense le acercarán a las puertas de la prisión de Newgate, ante las que evoca la triste suerte de los condenados; o al hospital psiquiátrico de Bethlehem, en el que reflexiona sobre la naturaleza de soñadores que los locos comparten con tantos llamados cuerdos, incluido él mismo. Sus pasos le llevarán a los barrios olvidados, los suburbios miserables que retrata con irónico aire de fábula en “Vecindarios apartados”. Se ocupará de la suerte de los soldados heridos de guerra en “El cargamento del Gran Tasmania” o de los mormones emigrantes a Estados Unidos en “En ruta hacia el gran lago Salado”. Recordará sus visitas a la morgue parisina y sus recorridos en calesa por Francia y Suiza en “Viajar al extranjero”, los miedos de la infancia en “Historias de mi aya”, o revivirá con nostalgia su pasado a partir de los cambios que registra la ciudad de “Dullboroug Town”. Sus crónicas periodísticas son un ejemplo de buena literatura y en ellas alienta la misma veta de vehemencia crítica, humor y compasión que en sus mejores novelas.
De la infatigable
energía dickensiana dan muestra la enorme producción de novela y crónica
periodística, ensayos y libros de viajes, su labor como conferenciante a favor
de las reformas sociales, sus multitudinarios recitales de lectura y su
aventura como empresario teatral. Y aún tuvo tiempo para interesarse por el
mesmerismo, la hipnosis y la taxidermia. Y para vivir una intensa vida amorosa:
para engendrar diez hijos con su esposa Catherine Hogarth, de la que se separó
en 1858; superar una frustrada pasión juvenil por Maria Beadnell Winter -cuya
correspondencia ha rescatado Amelia Pérez de Villar en Dickens enamorado (2020)- y escandalizar a la sociedad victoriana con el amor
crepuscular que mantuvo durante más de una década con la joven actriz Nelly
Ternan, que Claire Tomalin esclarece en su obra The Invisible Woman (1990), llevada al cine en 2013 por Ralph Fiennes.
Sus duras experiencias para sostener a la familia tras el encarcelamiento del padre perviven en la indignación del adulto ante las inhumanas condiciones en que vivían las masas trabajadoras, tanto en su imperial Inglaterra como en los sucios callejones neoyorquinos. Denunció la explotación y abandono de la infancia y no cesó en su activismo reformista a favor de la escolarización y contra los abusos y arbitrariedades del sistema judicial. La niñez usurpada inspira y alimenta tanto su obra de ficción como la periodística, y en ambas no deja de advertirnos contra la deshumanización y la codicia depredadora del capitalismo industrial de su época.
Desgraciadamente siguen sobrando motivos para la indignación en este injusto mundo nuestro, demasiados Scrooges en cada Navidad. Pero -por hoy, al menos - disfrutemos de la felicidad de leer a Dickens.
Dickens, Ch. El
viajero sin propósito. Madrid: Gadir, 2010.Traducción y prólogo de Pedro Tena.