jueves, 3 de abril de 2014

CUENTOS CON GARRA

El contador de cuentos

Hector Hugh Munro más conocido como Saki fue un maestro incontestable en el manejo del estilete de la ironía. Borges, que recopiló doce de sus mejores cuentos en el número 28 de la colección La biblioteca de Babel, comparó su delicadeza en el tratamiento de la crueldad con el sutil veneno de Oscar Wilde.

Practicó la sátira en el periodismo, el teatro y la novela, pero donde su genio vitriólico destacó más brillantemente fue en los cuentos: Reginald (1904), Reginald en Rusia (1910), Las crónicas de Clovis (1911), Animales y más que animales (1914) y los publicados póstumamente, Juguetes para la paz (1919) y La cuadratura del huevo (1924).

El Contador de cuentos (Ekaré, 2008), publicado inicialmente en Animales y más que animales, es un hermoso libro ilustrado por Alba Marina Rivera que bajo el formato de un inofensivo vagón de tren esconde una de esas historias tan propias del humor de Saki: un viajero, harto de escuchar a unos niños aburridos y el aún más aburrido cuento con que su tía intenta imponer disciplina, acaba embelesándolos con la historia de una niña ejemplar que había ganado varias medallas al buen comportamiento. En un jardín principesco, un lobo premiará también a su particular manera tan modélica existencia. "El cuento empezaba mal –dijo la menor de las niñas–, pero ha tenido un final precioso". Nadie se salva –ni los buenos– puntualiza siempre Saki.

La presencia de los animales, símbolo del salvajismo natural, es destacable en varios de sus cuentos: “La loba”, “Gabriel-Ernest”, “El día de la santa”, “Los lobos de Cernogratz” o “Los intrusos”. Es la zarpa del horror inexorable, agazapada bajo la complaciente y protocolaria realidad, la que asoma en sus páginas. Cuando era muy pequeño, su madre murió embestida por una vaca en un camino rural de Devon. Sufrió en su infancia la custodia de unas estrictas tías victorianas y el corsé de la hipócrita moralidad de su época. Una bala puso fin a su vida en un campo de batalla del Somme mientras le gritaba a un compañero de trinchera que apagara el maldito cigarrillo.

Sin duda Saki conoció de cerca la garra del horror y aprendió a mantener con ella una elegante y siempre divertida esgrima.


Mungo, Hector Hugh (Saki), El contador de cuentos. (1914). Barcelona: Ekaré, 2008. Traducción de Verónica Canales y Juan Gabriel López Guix. Ilustraciones de Alba Marina Rivera.

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